No te enamores de mí by Lopez

No te enamores de mí by Lopez

autor:Lopez
La lengua: spa
Format: epub
editor: Grupo Planeta
publicado: 2013-10-09T00:00:00+00:00


16

¿Quién era P. y por qué quería que huyera? Se sentó en la cama y contempló la pared. ¿Sería verdad que corría peligro allí? Lo que aún no entendía era quién estaba detrás de todo eso. Estaba claro que los rusos no la iban a advertir de un posible riesgo, sobre todo porque ellos eran el peligro. Entonces, ¿quién sería? Se sobresaltó al oír cómo sonaba su móvil, lo cogió y contestó casi en un susurro.

—¿Dónde estás? —preguntó Ewan casi en un alarido.

—En Rosario… —murmuró sabiéndose ya la cantinela.

—Eso ya lo sé, dime dónde exactamente. Estoy dando vueltas como un tonto, te he llamado varias veces pero tu teléfono no me daba línea…

—¿Estás aquí? —inquirió asombrada.

—Pues claro, te dije que estabas bajo mi responsabilidad.

—Estoy en el hotel Solans Presidente, está en la avenida Corrientes.

—Vale, ahora voy para allá —soltó mientras finalizaba la comunicación.

Se levantó, dejó la nota sobre el escritorio y se fue hacia abajo a esperar al tenista. Ya tenía ella suficiente con lidiar, aunque fuese en la distancia, con Michael. Ahora se sumaba la presencia del americano, justo en aquel momento en el que le acababan de advertir, de una forma un poco peliculera para su gusto, que se fuera de Argentina. ¿Qué significaba eso? ¿Que la estaban espiando? ¿Tendría también pinchada la línea telefónica? Llegó hasta el hall, que estaba bastante tranquilo; a esas horas la gente debía de estar en la playa o en algún lugar fresco. Se sentó en unos de los sillones cercanos a la entrada a esperarlo, con el alma en un puño. Empezaba a dudar de la brillantez de la idea de haber ido a aquel lugar…

—¡Natalia! —exclamó Ewan mientras entraba en el hotel. Venía calado hasta los huesos; instintivamente miró hacia fuera: estaba lloviendo a mares, aunque ella no se había dado ni cuenta, porque estaba más preocupada en fijarse en las personas que entraban y salían del hotel, con el objetivo de encontrar a una en concreto...

—Ven, subamos y te secas. ¡Madre mía, estás empapado! —comentó levantándose y acercándose a él.

Se dirigieron hacia el ascensor; Ewan la miraba con desesperación. Desde que se había enterado de que estaba sola en esta ciudad, se sintió ansioso. Ansioso por saber de ella, por cuidarla y ayudarla. No podía concentrarse y no lo dudó, cogió un vuelo lo más rápido que pudo. Ahora la tenía a su lado y no sabía qué hacer. Estaba callada, demasiado para lo que lo tenía acostumbrado. Su cara reflejaba una gran angustia y esperaba, cuando llegasen a la habitación, poder enterarse de aquello que la preocupaba.

—Ahí está el cuarto de baño, coge las toallas que necesites —señaló mientras cerraba la puerta tras de sí.

—¿Por qué querías venir aquí? —preguntó desde dentro. Natalia sonrió con ironía.

—Para hallar la verdad de todo esto, quedarme en casa no me ayudaba. Necesitaba sentir que contribuía al caso… —susurró acariciando la nota que había dejado sobre el escritorio.

—¿Has descubierto algo? —quiso saber al salir del aseo sin camiseta; sus miradas se encontraron.



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